Páginas

martes, 26 de julio de 2011

Día 1: Llegada

¡Y aquí comienza el diario!
  Durante los próximos 30 días iré publicando, con suerte diariamente o cada dos días, lo que pasó a modo de crónica. ¡A disfrutar! En este caso, empezaré con la llegada, y no los vuelos, ya que en teoría el día uno es el día que salí, es decir, un dos días antes de llegar. Para situaros mejor, tenéis que tener en cuenta que tuve que volar primero a París, luego a Los Ángeles, y de ahí a Fiji. Entre que los vuelos son largos y que hay algunos grandes cambios de hora, llegamos el jueves, habiendo salido yo el martes de Madrid. Es el jueves cuando comienza el diario.


Día 1 - 23/06/11
Con muchísimo sueño pero más energía de la que tendrímos que tener, el grupo de americanos y yo salimos del avión que acababa de aterrizar en Nadi, una de las ciudades más importantes de Fiji. Son las cinco de la mañana ahí, y un largo día más acaba de comenzar. 
   Es pronto, pero la temperatura exterior alcanzaba ya los 25º, y al ser húmedo las cosas son peores.
  
   Como bien dije hará unas entradas, los fijianos son considerados unos de los más simpáticos del mundo. Esto se demuestra nada más entrar por la puerta del aeropuerto: un grupo de cantantes vestidos con los trajes tradicionales tocan el ukelele y cantan, mientras otros gritan amistosos ¡Bula!, sonríen y nos dan la mano, y es que así son las bienvenidas en Fiji. 

  Mi maleta tarda en llegar más de la cuenta, pero el caso es que al menos está ahí, y yo ya estoy oficialmente preparada para empezar la aventura que me espera. Al salir del edificio nos volvemos a reunir con el grupo de Rustic Pathways. 
   En total sumamos unos 50 chicos que tendrán que ser destinados a distintos lugares en Fiji para llevar a cabo ahí sus programas. Una serie de monitores organizan y concretan algunos detalles de última hora, y un rato después nos llaman uno a uno para subirnos a los veículos que nos llevarán a nuestros destinos. 
   En mi caso, me toca ir con los de mi primer programa, Green Island Service, y con los del Marine and Environmental Monitoring, ya que todos iremos al mismo lugar: una isla en la cadena de islas Yasawa. Para ello, un taxi nos lleva al famoso Port Denarau Marina, a una media hora del aeropuerto, para que ahí podamos coger un barco.

   El puerto está muy bien, y al parecer es un lugar que se suele visitar si pasas por Nadi. Hay muchísimos restaurantes, cafeterías conocidas como el Hard Rock, y tiendecitas chulas para comprar tonterías. Ahí es donde desayunamos antes de embarcar, ya que a las ocho tenemos que salir rumbo a la Isla Nacula en el Yasawa Flyer, el barco que nos llevará ahí.
  Todo sale como planeado, y a la hora indicada estamos ya dentro del barco. Éste se encarga de llevar a los turistas a los distintos resorts que hay dispersos por las Yasawa. El pueblo al que vamos, Malakati, está situado a 45 minutos de Oarsman's Bay, un hotel de los buenos, así que ahí será donde, seis horas después, nos recogerá una barquita pilotada por un par de habitantes de Malakati.
   El viaje en barco, como es de esperar, se hace bastante largo, pero las vistas son impresionantes - aguas cristalinas y turquesas, islas paradisiacas...
   Al fin llegamos a nuestro destino. Una diminuta barquita curiosamente llamada Doctor Phill Forever (juju) nos recoge a una parte del grupo, mientras que otra se monta en otro barco un poco más grande que también carga con el equipaje. Lentamente, nos alejamos de donde estamos llegando así a nuestro destino: Malakati.
  
   Sin duda alguna, Malakati es lo que más echo de menos de todo mi viaje: su gente, sus playas, su cultura. Es un lugar impresionante, completamente distinto de lo que conocemos. Iré contando poco a poco curiosidades sobre el pueblo en las futuras entradas, pero es imposible expresar todo lo que he aprendido en simples líneas.
    Nada más pisar arena de playa tierra, uno de ahí nos conduce al Community Hall. Lo que era su sala de reuniones se ha convertido en nuestro pequeño comedor. Junto a él han dejado nuestras maletas. Para entrar en esta sala, tenemos que quitarnos los zapatos y calcetines, al igual que para entrar en cualquier otra casa o edificio en el pueblo. Tampoco se permite llevar sombreros, gafas de sol, y si eres mujer tienes que llevar las piernas tapadas (obviamente, esto también es esencial para caminar por el pueblo. No se permite de la misma manera llevar pantalones, por ello, debemos llevar una falda larga o un sulu, es decir, un pareo).
    Comemos comida típica de ahí: arroz con cassava, que es un tubérculo muy similar a la patata de sabor. Ahí no cultivan patatas, por lo que cuando comíamos lo que parecían patatas fritas, en realidad estábamos tomando cassava frita. De la misma manera, en el avión desde Fiji a Los Ángeles, el último día, para picar te dan un paquete de papas de cassava.
   Después de comer tenemos que ir a pedir permiso al jefe del pueblo para quedarnos. Es un rito típico y esencial. Para agradecer esto, traemos sevu sevu, una raíz que se pica y se convierte en un polvo marrón. Este polvo luego se mezcla con agua para hacer una bebida típica, el kava - de eso hablaré en otra entrada.
   Siempre que vas a un pueblo en Fiji, es muy importante que les lleves sevu sevu, si no, no serás aceptado.
   Acompañados de un portavoz, nos dirigimos hacia la casa del jefe, que se encuentra al final del pueblo, en la playa. Para que nos permita entrar, todos decimos a la vez "dua, dua, dua", que significa "uno, uno, uno". Él contesta algo en fijiano y el portavoz nos hace un gesto para que entremos.
   La casa del jefe es diminuta, no más grande que un salón tradicional en un piso. Nos sentamos, apretándonos todos ya que casi ni cabemos, y entonces el portavoz, Nicho, empieza a decir una serie de cosas incifrables en su idioma. Esto es una ofrenda para que el jefe sepa que hemos venido y que le pedimos permiso para quedarnos. También le da el sevu sevu. El jefe parece convencido y nos pide que nos presentemos.
   Después de la ceremonia, nos avisan de que debemos de dejar nuestras cosas en los bures (casas de dormir) que se nos han asignado y que luego tenemos el día libre hasta la cena, a las seis. Para que podamos dormir ahí, algunas familias se han ido temporalmente de casa, donándonos así sus hogares. Nos toca uno muy acogedor. En él han puesto varios colchoncitos de unos tres centímetros por el suelo para que podamos dormir.
   Por la tarde, y después de instalarnos, damos una vuelta por el pueblo. La gente ahí es increíble, y no deja de saludarte. Los niños juegan y te invitan a jugar con todo lo que tienen: una pelota vieja y estropeada.
    A las seis nos toca ir a cenar una sopa de cassava rica, rica, y en cuanto terminamos, nos vamos a la cama. ¡Tres días después, a dormir!


   El primer día se ha pasado más rápido de lo que nos imaginábamos, y lo bueno solo acaba de empezar... :D   

6 comentarios:

  1. ¡¡Qué chulada!! ^^ El ritual me ha parecido de lo más curioso =) Se ve que la cassava es un alimento muy popular :-)
    Te leo :P

    ResponderEliminar
  2. ¡¡Samira!! Muchísimas gracias, en serio. La verdad es que fue muy curioso :D

    ResponderEliminar
  3. En momentos así te das cuenta de cuán diferente es nuestra cultura de otras... Espero que nos sigas contando cositas de éstas, que a mí me encantan^^
    Besotes!

    ResponderEliminar
  4. Ya veo que lo has pasado muy mal. Seguiremos leyendo para saber qué mal te lo pasaste... Qué envidia.

    ResponderEliminar
  5. Me gusta esta idea de ir contando como te fue. Lo del ritual es totalmente curioso, pero sirve mucho para entender las diferencias culturales.
    Un abrazo!

    ResponderEliminar
  6. Me repetiré en todas las entradas que hagas pero es que debe ser increíble estar allí. Muy interesante el proceso de llegar, el lugar, como os aceptaron... y por las fotos, una delicia de lugar.

    ResponderEliminar